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Parte 1. Comunidades de desastre

“Decenas de miles de personas demostraron que no necesitamos capital ni gobiernos para hacer las cosas. Demostraron la voluntad de las personas de participar en el consuelo mutuo, la reconstrucción, la creación y la formación de su propio futuro.”

Esta cita es de un blog llamado Revolts Now. Los lectores de Libcom a menudo ven este tipo de inspiración en huelgas o levantamientos, momentos en que la clase trabajadora toma el volante o pisa el freno (dependiendo de la metáfora que se elija). Acá Revolts Now está hablando de las secuelas de las inundaciones de Queensland. A propósito de aquello, escriben sobre:

“…Los esfuerzos hechos por comunidades golpeadas por desastres que no esperan al Estado, ni permiten que el capital tome la iniciativa, sino que «resuelven con sus propias manos», reconstruyéndose y «sanándose a sí mismas», resultando de ello comunidades más fuertes. A estos esfuerzos los llamamos comunismo de desastre.”

Creemos que el comunismo de desastre es un concepto útil para pensar sobre el cambio climático. Aunque el concepto está lejos de ser habitual, podemos identificar al menos dos significados diferentes del término. El primero es el de respuestas colectivas y autoorganizadas a situaciones de desastre. El segundo se refiere a las perspectivas de una sociedad ecológica basada en las necesidades humanas frente al caos climático, o dicho de otro modo, a la posibilidad del comunismo en el Antropoceno. [1] Al primer sentido podemos denominarlo «comunidades de desastre», y al segundo «comunización de desastre», considerando ambos como momentos de la problemática más amplia del comunismo del desastre.

Comunidades de desastre

Rebecca Solnit popularizó la idea de comunidades de desastre en su libro Un paraíso construido en el infierno. Solnit señala que en los desastres el objetivo del Estado suele ser restablecer el «orden» y no ayudar a los sobrevivientes. En el terremoto de San Francisco de 1906 se envió al ejército, que mató a entre 50 y 500 sobrevivientes e interrumpió los esfuerzos autoorganizados de búsqueda, rescate y extinción de incendios. [2]

“Los incendios y las estruendosas explosiones se prolongaron durante tres días. Parecía una guerra. Cuando terminaron, la mitad de la ciudad era ceniza y escombros, más de veintiocho mil edificios habían sido destruidos y más de la mitad de los cuatrocientos mil habitantes no tenía hogar. Había mansiones incendiadas en la cima de Nob Hill; el distrito de tugurios al sur de Market Street quedó casi borrado. El desastre provocó, como casi siempre ocurre, una reacción combinada: generosidad y solidaridad entre la mayoría de los ciudadanos, y hostilidad de quienes temían a ese público y buscaban controlarlo, en la creencia de que una ciudadanía no subyugada era, en palabras del Brigadier General Funston: «una turba que necesita ser azotada».” (pág. 35)

Para Solnit, la mantención del orden social actual requiere de un esfuerzo constante. Lo compara con la luz eléctrica, y los desastres con un corte del suministro de energía. Cuando se va la luz, literal o metafóricamente, hay una espontánea «reversión a la sociedad improvisada, colaborativa, cooperativa y local» (p.10). Las acciones represivas del estado -tanto en San Francisco 1906 como en Katrina en 2005- buscan reimponer el poder estatal y la normalidad capitalista.

El Estado ve la autoorganización localizada, la colaboración y el apoyo mutuo como una amenaza a ser aplastada. Es por eso que el Estado con frecuencia tarda mucho menos en proporcionar a sus propios ciudadanos plomo caliente que agua dulce: el orden debe reinar. Solnit se basa en el trabajo innovador de Charles Fritz, quien estudió numerosos desastres y descubrió que los estereotipos de egoísmo, individualismo antisocial y agresión no tenían ninguna evidencia. [3} De hecho, lo contrario es cierto:

“Las víctimas de desastres rara vez exhiben un comportamiento histérico; la respuesta inicial más habitual es una especie de comportamiento de shock y aturdimiento. Incluso en las peores condiciones de desastre, las personas mantienen o recuperan rápidamente el autocontrol y se preocupan por el bienestar de los demás. La mayoría de las actividades iniciales de búsqueda, rescate y socorro son realizadas por las víctimas del desastre antes de que llegue la ayuda externa organizada. Los informes de saqueos en desastres son extremadamente exagerados; las tasas de robo y allanamiento de morada en realidad disminuyen en los desastres; y se regala mucho más de lo que se roba. Otras formas de comportamiento antisocial, como la agresión hacia los demás y el chivo expiatorio, son raras o inexistentes. En cambio, la mayoría de los desastres producen un gran aumento de la solidaridad social entre la población afectada, y esta solidaridad recién creada tiende a reducir la incidencia de la mayoría de las formas de patología personal y social.” (Fritz, p.10)

Fritz también señala con perspicacia que la distinción entre desastres y «normalidad» puede “pasar por alto convenientemente las muchas fuentes de estrés, tensión, conflicto e insatisfacción que están incrustadas en la naturaleza de la vida cotidiana”. [4] La diferencia es que las situaciones de desastre suspenden el orden institucional, creando una situación no estructurada susceptible de cambio. En consecuencia, tanto las privaciones sufridas en el desastre como el estrés y las tensiones de la vida cotidiana, pueden abordarse colectivamente. Esto proporciona el apoyo psicológico y el poder colectivo que son necesarios para reestructurar la vida social en torno a las necesidades humanas. [5]

¿Una oportunidad para la transformación social?

“La gente ve la oportunidad de realizar ciertos deseos que permanecieron latentes e incumplidos bajo el antiguo sistema. Ven nuevos roles que pueden crear por sí mismos.Ven la posibilidad de acabar con viejas inequidades e injusticias. La oportunidad de lograr estos cambios en la cultura le da a los desastres un aspecto positivo que normalmente no se presentan en otros tipos de crisis.” (Fritz, p.57)

Es importante destacar que las comunidades de desastre no son comunidades intencionales, comunas de marginados o zonas autónomas temporales activistas. No son un intento de secesión voluntaria del capitalismo, sino una reproducción social autoorganizada, no mercantil, no estatal, que se da en condiciones adversas. Pese a lo cual adolecen de algunas de las deficiencias de ese tipo de proyectos. En primer lugar, suelen ser de corta duración, incluso si la experiencia cambia a los participantes de por vida. Fritz señala que, en la práctica, tales comunidades persisten hasta que se restablece algún tipo de estabilidad y funcionamiento social básico, por lo general después de semanas o meses cuando se trata de desastres en tiempos de paz, o después de varios años en tiempos de guerra o en caso de desastres crónicos o en serie.

Esto ayuda a explicar por qué un Estado inteligente tiene más opciones que la simple represión y, por lo tanto, por qué el Departamento de Seguridad Nacional de los EEUU puede elogiar los esfuerzos de ayuda de Occupy Sandy, autoorganizados e influenciados por los anarquistas. Dado que las comunidades de desastre autoorganizadas son más efectivas que las agencias estatales y las fuerzas del mercado en responder a los desastres, el estado puede simplemente sentarse y dejar que la gente sufra, para luego reafirmarse cuando la comunidad se disipa a medida que regresa la normalidad. Esta es la razón por la que al estado le interesa la «resiliencia», exponiendo a los proletarios al desastre, abandonándolos para que sobrevivan por sus propios esfuerzos, y luego avanzando con el «capitalismo de desastre», reconstruyendo y gentrificando cuando ya ha pasado el momento de la emergencia. [6]

Las comunidades de desastre por sí solas, entonces, no representan inherentemente una amenaza revolucionaria para el orden social capitalista, e incluso pueden ser recuperadas como un medio de bajo costo para restaurar ese tipo de normalidad. Si se les puede llamar comunistas, es en el sentido de «comunismo de base», un término utilizado por David Graeber para describir la sociabilidad básica y la libre cooperación que hace posible cualquier orden social (incluido el capitalismo).

Parte 2. Comunización y utopía concreta

Comunización de desastre

Recientemente, en los círculos comunistas libertarios con los que estamos conectados, gran parte de la discusión reciente sobre cómo sería una revolución anticapitalista ha formado parte de las discusiones sobre la «teoría de la comunización». [7] Hasta donde sabemos, poco de esta discusión se ha relacionado directamente con el cambio climático. Una definición dada por Endnotes sirve como un punto de partida útil para pensar sobre el comunismo de desastre:

“La comunización es un movimiento al nivel de la totalidad, a través del cual esa totalidad es abolida. (…) La determinación de un acto individual como «comunista» se deriva sólo del movimiento global del que forma parte, no del acto mismo, y por tanto sería erróneo pensar la revolución en términos de la suma de actos ya de comunización, como si todo lo que se necesitara fuese una cierta acumulación de tales actos hasta un punto crítico. Una concepción de la revolución como tal acumulación se basa en una extensión cuantitativa que se supone que provoca una transformación cualitativa. (…) En contraste con estas concepciones lineales de revolución, la comunización es el producto de un cambio cualitativo dentro de la dinámica de la lucha de clases misma.”

Este pasaje probablemente caricaturiza a sus oponentes anónimos, sin embargo, es una forma útil de pensar sobre el comunismo de desastres: ninguna cantidad de comunidades de desastres conducirá a la revolución. La revolución solo ocurriría cuando la reproducción social autoorganizada de las comunidades de desastre entrara en conflicto con las relaciones de propiedad existentes, el Estado, etc., y superara esos límites. Esto, a su vez, es difícil de imaginar sin la extensión y la vinculación de diferentes comunidades de desastre, luchas de clases y movimientos sociales.

Las comunidades de desastre suelen ser de corta duración y tienden a diluirse para volver a la normalidad capitalista. A menos que estas comunidades se constituyan como antagonistas del orden social predominante y se vinculen con otras luchas, se aislarán y disiparán (ya sea a través de la represión, la recuperación, o simplemente sobreviviendo a las condiciones de su formación). Tanto el aspecto intensivo (superación de los límites dentro de una lucha) como el aspecto extensivo (difusión y vinculación) importan: ninguna lucha local puede superar sus límites internos sin extenderse. Ningún movimiento generalizado se volverá revolucionario sin operar un cambio cualitativo desde un horizonte de mejora a uno de transformación.

Esta línea de pensamiento también descarta cualquier tipo de enfoque catastrofista de «cuanto peor, mejor»: no hay razón para pensar que los desastres conducirán a la transformación social más de lo que la pobreza se supone que conducirá inevitablemente a la revolución. Sin embargo, el cambio climático modifica los parámetros para la revolución. Cosas como el aumento de los costos de los alimentos y la energía, el desplazamiento masivo y la escasez de agua pondrán cada vez más a prueba la capacidad de los proletarios para reproducirse dentro de las relaciones sociales predominantes. Por ejemplo, el hambre refleja la distribución del ingreso, no la escasez absoluta, y esto seguirá siendo cierto incluso con reducciones significativas en la productividad agrícola inducidas por el clima, por lo que las relaciones sociales de propiedad entrarán cada vez más en conflicto con la reproducción biofísica.

Como Endnotes señala, una actividad sólo es comunización si ocurre al nivel de la totalidad, es decir, si es parte de un ataque de clase y a nivel sistémico en contra del capitalismo, en tanto creación de relaciones sociales comunistas. Si participa de esa creación, entonces la actividad es parte de la totalidad de las relaciones sociales capitalistas y su reproducción (como vemos en las comunidades de desastre aisladas). La clase capitalista y sus gobiernos también son conscientes de esto hasta cierto punto. Sus respuestas a los desastres no se refieren únicamente a la situación a corto plazo, sino también a largo plazo.

Harry Cleaver escribe en su artículo sobre las secuelas del terremoto en Ciudad de México que los terratenientes y los especuladores inmobiliarios vieron el terremoto como una oportunidad para desalojar a las personas de las que habían estado queriendo deshacerse por mucho tiempo, para derribar sus casas destrozadas por el terremoto y construir costosos condominios de gran altura. La clase trabajadora mexicana se defendió con éxito:

“…miles de inquilinos se organizaron y marcharon hacia el palacio presidencial exigiendo al gobierno la expropiación de las propiedades dañadas y su eventual venta a sus actuales inquilinos. Al tomar la iniciativa mientras el gobierno aún estaba paralizado, forzaron con éxito la incautación de unas 7.000 propiedades.”

Cleaver identifica dos condiciones que hicieron esto posible: la historia de lucha previa al terremoto y las formas en que “el terremoto provocó un colapso tanto en las capacidades administrativas como en la autoridad del gobierno.” La primera es importante para ayudar a comprender las condiciones de aparición de comunidades de desastre que podrían desafiar el poder estatal o tomar acción directa en sus propios intereses. La segunda es importante para ayudarnos a comprender cómo los desastres pueden limitar las fuerzas del Estado y el capital que buscan mantener la sociedad capitalista.

Los dos momentos del comunismo de desastre

La aparente universalidad de las comunidades de desastre da una base sólida para creer que la reproducción social autoorganizada surgirá dondequiera que se rompa la normalidad capitalista, ya sea debido a un desastre o al antagonismo social. Contra lo dicho por Endnotes, esto significa que no estamos restringidos a mandatos puramente negativos:

“El consejo que puede dar [la teoría de la comunización] es principalmente negativo: las formas sociales implicadas en la reproducción de la relación de clase capitalista no serán instrumentos de la revolución, ya que son parte de lo que debe ser abolido.”

No estamos de acuerdo. Creemos que las comunidades de desastre ofrecen un vistazo de cómo puede verse la reproducción social no capitalista en condiciones anormales. Dado que un movimiento revolucionario es por definición anormal, sería un error tanto descartar a las comunidades de desastre como afirmarlas como suficientes en sí mismas. Esto no significa que una simple acumulación cuantitativa de desastres conduzca al comunismo. Sólo significa que hay destellos de relaciones sociales no capitalistas en las comunidades de desastre. De hecho, sería imposible dar cuenta de comunidades de desastre que han degenerado de vuelta a la normalidad capitalista si éstas no hubiesen operado en algún momento con una lógica al menos parcialmente diferente a la del valor y la acumulación de capital. Argumentamos que esta es una lógica comunista de producción y distribución autoorganizada para las necesidades humanas, sin la mediación del Estado o del mercado.

Además, si bien es cierto que las formas sociales capitalistas (salario, valor, mercancías…) no pueden constituir la base de una reproducción social no capitalista, las formas sociales no agotan el contenido del mundo actual. Por ejemplo, David Harvey identifica siete “esferas de actividad”:

  1. Tecnologías y formas de organización
  2. Relaciones sociales
  3. Arreglos institucionales y administrativos
  4. Procesos de producción y trabajo
  5. Relaciones con la naturaleza
  6. La reproducción de la vida cotidiana y la especie
  7. Concepciones mentales del mundo

El error que comete Endnotes es considerar a las tendencias totalizadoras del capitalismo como capitalismo ya totalizado (por ejemplo: “Lo que somos está, en el nivel más profundo, constituido por esta relación [de clase]”). [8] Lo que sin duda esperaríamos de cualquier revolución es que vea transformados cada uno de estos siete aspectos: algunos abolidos y/o reemplazados por formas sociales totalmente nuevas, otros reorganizados y reconfigurados, mientras surgen nuevas ideas, formas, tecnologías, etc.

Utopía concreta

Si tomamos en serio el dicho de Murray Bookchin de que “debemos escapar de los escombros con cualquier botín que podamos rescatar (…) las ruinas mismas son minas”, entonces no estamos restringidos al comunismo apofático. Por supuesto, no podemos especificar completamente de antemano «lo que se debe hacer», ni desearíamos hacerlo. Eso tiene que ser elaborado por los participantes en el movimiento a medida que se desarrolla. Pero eso no significa que no podamos identificar algunas de las limitaciones, las posibilidades y los potenciales latentes que no pueden realizarse bajo las relaciones sociales capitalistas.

No estaríamos yendo muy lejos si decimos que la generación de energía renovable distribuida es más compatible con una sociedad comunista libertaria que la generación centralizada de energía a partir de combustibles fósiles. Eso no significa que la energía renovable sea «inherentemente» comunista o que necesariamente prefigure el comunismo: los paneles solares que aparecen en los techos de nuestras ciudades muestran lo contrario. De manera similar, en el caso de la agricultura, existen parámetros biofísicos que limitan lo posible (como los ciclos del carbono, el nitrógeno y el agua). No podemos decir definitivamente cómo sería la comunización de la agricultura, pero podemos identificar al menos algunas de las limitaciones y posibilidades, e incluso especular sobre cómo se desarrollarían.

Las comunidades de desastres son informativas en este sentido, ya que muestran cómo las tecnologías, los conocimientos y la infraestructura disponibles pueden reutilizarse rápidamente para satisfacer las necesidades humanas y cómo estas innovaciones emergentes pueden disiparse y ser reabsorbidas en la normalidad capitalista. [9] Podríamos ir más allá e insistir en la necesidad de redescubrir un utopismo concreto. Cada vez más, es el capital el que se basa en la utopía abstracta, por ejemplo, la construcción de nuevas plantas de energía de carbón «limpias» con grandes salas vacías para alojar una tecnología de captura de carbono que no existe. Por el contrario, un utopismo concreto mira hacia las posibilidades ya presentes que son frustradas por las relaciones sociales predominantes. [10]

La tecnología que ahorra mano de obra está en todas partes, pero es experimentada como aceleración y desempleo. La ecología industrial se limita en gran medida a un truco de responsabilidad social corporativa en un mundo regido por el valor. Las formas de producción colaborativa, autoorganizada y cooperativa son pioneras, pero a menudo se experimentan como una explotación precaria y autogestionada. Existen prácticas agrícolas viables, sostenibles y de bajo rendimiento, pero están marginadas en el mercado mundial hambriento de energía. Las ciudades biofílicas y el diseño regenerativo se limitan en gran medida a proyectos de demostración aislados, o a espacios urbanos gentrificadores para los ricos, cuyo potencial está limitado por las relaciones de clase.

Con Endnotes, podemos decir que “la determinación de estos potenciales como comunizantes emerge únicamente del movimiento general del que forman parte, no de las cosas mismas”. [11] Contra Endnotes, podemos insistir en que esto da al menos algún contenido positivo al comunismo de desastre, aunque sólo sea como un esbozo amplio de potenciales utópicos incipientes, rudimentarios, pero concretos.

Parte 3. Logística, reutilización, bricolaje

Debatiendo sobre logística

El enfoque puramente negativo del comunismo discutido en la parte 2 ha sido criticado, entre otros, por Alberto Toscano. [12] Esto ha tomado la forma de un debate teórico sobre la política de la logística capitalista: la red global de transporte marítimo, puertos, almacenes, producción justo a tiempo, algoritmos de control de stock. Toscano argumenta que la logística contemporánea es claramente una creación capitalista. Sin embargo, insiste en que un enfoque puramente negativo de sabotaje y bloqueos pasa por alto el potencial, o incluso la necesidad, de hacerse cargo al menos durante un período de transición hacia una sociedad poscapitalista. Esta es la sustancia real del debate, con la logística como un caso de estudio para la infraestructura existente de producción y circulación en general.

“El materialismo y la estrategia son descartados en favor de una afirmación antiprogramática de lo ético, que parece rechazar el apremiante, crítico y realista problema de cómo las estructuras y los flujos que nos separan de nuestras capacidades para la acción colectiva podrían orientarse hacia fines diferentes, en lugar de simplemente ser detenidas.”

Esto parece hacer eco de nuestra crítica del consejo puramente negativo presentado por Endnotes. Sin embargo, hay algunas diferencias importantes que vale la pena analizar. Toscano cita con aprobación a David Harvey:

“La gestión adecuada de los entornos constituidos (y en esto incluyo su transformación socialista o ecológica a largo plazo en algo del todo diferente) puede requerir instituciones políticas de transición, jerarquías de relaciones de poder y sistemas de gobierno que bien podrían ser un anatema tanto para los ecologistas como para los socialistas por igual.”

La falacia de Harvey aquí está en pasar de la premisa (verdadera) de que un movimiento revolucionario hereda el viejo mundo y no una pizarra en blanco, a la conclusión injustificada de que la «gestión adecuada» significa taparnos las narices y soportar jerarquías y gobiernos muy parecidos a los del viejo mundo durante un período de transición no especificado. Si esto suena familiar, es porque este ha sido el tropo central de los gestores de izquierda al menos desde la Segunda Internacional (1889-1916). ¡Trabajadores, escuchen a sus superiores! ¡Las órdenes son por su propio bien!

En el centro de este tropo se encuentra una profunda desconfianza en la autoorganización de los trabajadores y la resultante creencia de que la solución a la complejidad es el mando jerárquico. David Harvey ha formulado este argumento explícitamente con respecto a la energía nuclear y el control del tráfico aéreo. Los argumentos de Harvey se basan en gran medida en hombres de paja (“¿qué pasaría si todos los controladores de tráfico aéreo tuvieran una reunión de consenso interminable mientras estabas en un avión?”) y son refutados de manera persuasiva en un artículo de Nyif1968. [13]

Por otro lado, una respuesta a Toscano por parte de Jasper Bernes publicada en Endnotes objeta de una manera muy diferente la autogestión. [14] El problema no es que los trabajadores sean incompetentes en comparación con los tecnócratas, sino que los trabajadores son demasiado capaces. La autogestión significaría que se hagan cargo de una infraestructura estructuralmente hostil a sus necesidades:

“Para los trabajadores, apoderarse de las alturas de mando que ofrece la logística -en otras palabras, apoderarse del panel de control de la fábrica global- significaría para ellos gestionar un sistema que es constitutivamente hostil a ellos y a sus necesidades, supervisar un sistema en el que las diferencias salariales extremas están integradas en la infraestructura misma.”

El artículo de Endnotes ofrece el argumento persuasivo de que hacerse cargo de la infraestructura logística no es deseable (o deseado por los trabajadores en cuestión): su propósito es explotar las diferencias salariales entre las zonas centrales y periféricas – cosa que probablemente ni siquiera sea posible, porque las redes logísticas han sido diseñadas precisamente para eludir interrupciones como huelgas, ocupaciones o desastres naturales; la incautación de cualquier nodo simplemente lo desconectaría de la red logística. [15] Si incautas una bodega just-in-time, has incautado una bodega vacía. Tal como lo expresan en un artículo Sandro Mezzadra y Brett Nielson, “el capital intenta sortear estas perturbaciones construyendo resiliencia y tolerancia a fallas en sus sistemas financieros, logísticos y extractivos”. [16]

El desacuerdo aquí parece centrarse en tratar la «logística» como un todo unitario (en términos filosóficos, una «totalidad»). La pregunta que se plantea entonces es «¿podemos hacernos cargo de ella y deberíamos hacerlo?». Es sólo en el párrafo final del artículo de Endnotes que se insinúa una solución a este callejón sin salida, aunque apenas elaborada:

“Este sería un proceso de inventario, de hacer un balance de las cosas que encontramos en nuestro entorno inmediato que no imagina el dominio desde el punto de vista de la totalidad global, sino más bien un proceso de bricolaje desde el punto de vista de las fracciones partisanas que saben que tendrán que luchar desde lugares particulares, asediados, y ganar sus batallas sucesivamente en lugar de todas a la vez. Nada de esto significa establecer un plan para la conducción de las luchas, un programa de transición. Más bien, significa producir el conocimiento que ya ha exigido la experiencia de luchas pasadas y que las luchas futuras probablemente encontrarán útil.”

La reutilización como bricolaje

Es esta noción de reutilización como bricolaje la que queremos elaborar, porque parece unificar el apoyo mutuo localizado de las comunidades de desastre con la problemática global de la comunización de desastre. El término fue introducido en la teoría social por el antropólogo Claude Lévi-Strauss en 1962 y desarrollado, entre otros, por Gilles Deleuze y Felix Guattari:

“Bricolage (…) la posesión de un stock de materiales o de reglas prácticas que son bastante extensas y al mismo tiempo limitadas; la capacidad de reorganizar fragmentos continuamente en patrones o configuraciones nuevas y diferentes.”

Deleuze y Guattari, con sus sombreros psicoanalíticos puestos, se ocupan aquí de elaborar la cognición esquizofrénica: la incesante conexión y reconexión de palabras, conceptos y objetos aparentemente no relacionados. La nota de los traductores al pasaje citado ofrece una definición más útil y sencilla: “bricolage: (…) El arte de conformarse con lo que se tiene a mano”. Esta es precisamente la lógica del comunismo de desastre.

Por lo tanto, Toscano tiene razón al insistir en que “la cuestión de qué uso podría darse a los trabajos muertos que atiborrarán la corteza terrestre en un mundo ya no dominado por el valor, resulta ser una cuestión mucho más radical” que simplemente desbaratar la red logística del capital. Pero se equivoca al respaldar, en consecuencia, la «gestión adecuada» jerárquica como una medida «transicional» necesaria. Los ejemplos de comunidades de desastre en la primera parte ilustran ampliamente este punto: la «gestión adecuada (jerárquica)» palidece en comparación con la eficacia de la autoorganización.

Esta eficacia se basa en una readaptación pragmática e improvisada de todo lo que está a mano: es decir, en un bricolaje. Esto a su vez presupone que la logística, y por extensión, la infraestructura existente en general, no necesita ser tratada como un todo orgánico (una totalidad).

“Hoy en día, la principal alternativa teórica a las totalidades orgánicas es lo que el filósofo Gilles Deleuze llama ensamblajes, totalidades caracterizadas por relaciones de exterioridad. Estas relaciones implican, en primer lugar, que una parte componente de un ensamblaje puede separarse de él y conectarse a un ensamblaje diferente en el que sus interacciones son diferentes.” [17]

¿Qué significa esto en términos sencillos? Simplemente que, aunque la logística en su conjunto puede ser irremediablemente capitalista (como argumentan Bernes/Endnotes), también está hecha de innumerables componentes en varias escalas: barcos, camiones y trenes; puertos, carreteras y ferrocarriles; computadoras, algoritmos y cables de fibra óptica; átomos, moléculas y aleaciones; y no olvidar, seres humanos. El hecho de que la organización actual de estas partes esté optimizada para la valorización del capital no significa que no pueda haber otras configuraciones con otras optimizaciones. De hecho, las configuraciones posibles son prácticamente infinitas. No importa mucho si estos conjuntos son considerados como «totalidades» o «ensamblajes», siempre que se reconozca este potencial de reconfiguración. No hay razón necesaria para que una nueva configuración se asemeje a la logística en absoluto.

Lo más obvio es que los camiones y trenes de los almacenes se pueden destinar a otros usos. También pueden hacerlo los barcos, y no solo los más obvios. Los volúmenes actuales del comercio mundial probablemente no tengan sentido sin la explotación de las diferencias salariales globales. Pero los barcos pueden servir para otros fines, desde trasladar personas hasta ser hundidos para iniciar la formación de arrecifes de coral, ser desmantelados o fundidos y remanufacturados por completo para dar lugar a otros bienes. [18] La infraestructura de comunicaciones es evidentemente multipropósito, e incluso los algoritmos de control de existencias pueden tener usos potenciales si se hackea, se reutiliza y se coloca en el dominio público.

Claramente, es imposible especificar de antemano si los camiones se reutilizarán para entregar alimentos a los hambrientos, se modernizarán con motores eléctricos, se desmontarán o se utilizarán como barricadas. Las comunidades de desastre nos dan amplias razones para creer que el bricolaje emergente local puede satisfacer de manera eficiente las necesidades humanas, incluso en las condiciones más adversas. Pero subrayar la naturaleza de las cosas como potencialmente reconfigurables, y enfatizar la suficiencia de la autoorganización para reconfigurarlas, también informa la problemática más amplia de la comunización de desastre. De esta manera la pregunta no es «¿apropiárselo o abandonarlo?» en referencia al todo, sino cómo separar y reutilizar los componentes de esa totalidad para nuevos fines: una satisfacción ecológica de las necesidades humanas y no la valorización interminable del capital.

Notas

[1] Jason Moore argumenta que “como metáfora para comunicar el problema significativo y creciente que plantean las emisiones de gases de efecto invernadero y el cambio climático, el Antropoceno debe ser bienvenido”, pero que al fijar el problema en el «anthropos» -humanidad- en lugar de en formas de organización social -el capital- naturaliza el problema e introduce de contrabando supuestos neomalthusianos.

[2] Esto nos recuerda el famoso desliz freudiano del alcalde de Chicago, Richard Daley, al defender la represión policial: “La policía no está aquí para crear desorden. La policía está aquí para preservar el desorden”.

[3] No estamos afirmando que las personas sean ángeles, sólo que la evidencia muestra consistentemente que el comportamiento cooperativo y prosocial es la respuesta predominante. Sin embargo, esta solidaridad está mediada por la identidad, y esto significa que la raza es un factor importante respecto a quién vive y quién muere. A los medios les gusta centrarse en casos excepcionales para encajar en una narrativa hobbesiana de anomia dondequiera que el orden estatal se derrumba (por ejemplo, ver este artículo del Daily Mail: http://www.dailymail.co.uk/news/article-2226332/Superstorm-Sandy-Mother-boys-swept-arms-left-screaming-street-12-hours.html), pero casos como este quizás se entiendan mejor como el efecto de la otredad racial: cuando una persona negra llama a la puerta pidiendo ayuda, los blancos no necesariamente responden, y tal vez incluso los matan a tiros sólo para estar seguros.

[4] Por ejemplo, ver el blog http://libcom.org/blog/nervousness-politics-14042014 de sometimesexplode, donde argumentan que la ansiedad/nerviosismo es el estado afectivo dominante en la actual «sociedad de la estimulación».

«5» James Lovelock argumenta en esta línea, vinculando la ansiedad con una especie de calma antes de la tormenta, que solo puede resolverse una vez que sucede lo inevitable: “La humanidad está en un período exactamente como el de 1938-9”, explica, cuando “todos sabíamos que algo terrible iba a pasar, pero nadie sabía qué hacer al respecto”. Pero una vez que la Segunda Guerra Mundial estaba en marcha, “todo el mundo se emocionaba, amaban las cosas que podían hacer, eran como unas largas vacaciones… Así que cuando pienso en la crisis inminente ahora, pienso en esos términos. Una sensación de propósito: eso es lo que la gente quiere”. No podemos compartir la nostalgia por los tiempos de guerra, pero una sensación de fatalidad inminente ciertamente impregna la cultura contemporánea.

[6] Como comenta un artículo en la revista Endnotes, “la resiliencia es sólo un principio aparentemente conservador; encuentra estabilidad no en la inflexibilidad sino en la adaptabilidad constante y autoestabilizadora”. En las comunidades de desastre, ni el poder estatal ni el supuesto «genio» empresarial pueden generar esta autoorganización adaptativa, sino que actúan una vez que se ha estabilizado la situación.

[7] Como este hilo del foro: https://libcom.org/forums/theory/request-communisation-theory-dummies-10042014

[8] Este punto está tomado de un amigo en una discusión en Facebook. Puede contrastarse con la posición de Marx en El Capital de que “aquí los individuos se tratan sólo en la medida en que son personificaciones de categorías económicas, encarnaciones de relaciones de clase particulares e intereses de clase” (énfasis nuestro). El argumento de la comunización sería que la «subsunción real» ha avanzado posteriormente hasta el punto de que la advertencia de Marx «sólo en la medida en que» se ha vuelto discutible. No estamos de acuerdo y creemos que esta advertencia es vital para cualquier análisis teórico del capitalismo.

[9] Un movimiento comunista refleja el capital en este único sentido: debe crecer o morir.

[10] La distinción entre utopías concretas y abstractas proviene de Ernst Bloch, quien trató de demostrar, contra las protestas de Marx, que Marx fue de hecho el mayor pensador utópico. Mientras que los socialistas utópicos que Marx criticó sólo ofrecieron planos abstractos de sociedades futuras, Marx buscó la utopía a través del análisis detallado de tendencias concretas y potenciales latentes que ya están presentes.

[11] Podría decirse que Endnotes simplemente está parafraseando al Marx clásico aquí: “el comunismo es el movimiento real que abole el estado de cosas actual”.

[12] Alberto Toscano, Logística y oposición, Mute: https://frenodeemergencia.org/2022/10/01/logistica-y-oposicion-alberto-toscano

[13] https://libcom.org/article/i-wouldnt-want-my-anarchist-friends-be-charge-nuclear-power-station-david-harvey-anarchism

[14] Jasper Bernes, Logística, contralogística y perspectiva comunista, Endnotes # 3: https://translatoriac.noblogs.org/jasper-bernes-logistica-contralogistica-y-perspectiva-comunista

[15] Pero véase el artículo de Ashok Kumar para Novara (http://wire.novaramedia.com/2014/04/5-reasons-the-strike-in-china-is-terrifying-to-transnational-capit alism/), en el que argumenta que “los grandes proveedores se han expandido horizontalmente a lo largo de la cadena de suministro para incluir el almacenamiento, la logística e incluso el comercio minorista. Este desarrollo ha llevado al surgimiento de la monopolización cuasi-proveedor, lo que lleva a una mayor captura de valor en la parte inferior de la cadena de suministro (…) Ahora es extremadamente costoso para compañías como Adidas y Nike cortar y huir de grandes proveedores a gran escala como Pou Chen”.

[16] Sandro Mezzadra & Brett Nielson, Extracción, logística, finanzas: crisis global y la política de operaciones, Radical Philosophy. Esta pieza complementa la de Endnotes y vale la pena leerla junto con ella. La conclusión, que propone una «contraoperación», se hace eco de la defensa de Endnotes de la «contralogística». Podría decirse que el primero ofrece un concepto más rico al enfatizar no sólo el mapeo cognitivo con el propósito de la disrupción, sino también la generación de luchas, alianzas y subjetividades en toda la red logística-extractiva global.

[17] Manuel De Landa, Una nueva filosofía de la sociedad: teoría del ensamblaje y complejidad social, Continuum, p.10-11. Estamos de acuerdo con Mezzadra y Neilson en que “No dejamos de simpatizar con estos enfoques de redes y ensamblajes que insisten en rastrear las múltiples y cambiantes relaciones que componen cualquier entidad o forma social. Pero somos cautelosos cuando tales enfoques se ordenan de manera que niegan la validez analítica a la categoría de capital”.

[18] Por ejemplo, un programa de televisión intentó recientemente reciclar un Airbus A320 completo.